La constitución de esta línea de investigación se ampara en enfoques sobre la Historia del Tiempo Presente que señalan el retorno del político (Rémond) como una inflexión del análisis histórico volcado a los procesos sociales contemporáneos, demandando un campo más consistente de investigación. Las transformaciones y los eventos que marcaron el siglo XX o el inicio del siglo XXI, como la difusión del nazi-fascismo, el fin de la Guerra Fría, la hegemonía norteamericana y los nuevos patrones de comportamiento, tornaron necesario replantear, sobre otras bases, la cuestión del poder y de la vida pública.
Los estudios reunidos en esta línea se sitúan en la tensión creada por la emergencia de sociabilidades que despiertan nuevos sentidos para el campo político. Estudios recientes, en el ámbito de las Ciencias Sociales, indican el desencadenamiento de relaciones sociales flexibles y descomprometidas, asociadas a procesos de reestructuración productiva. Tal configuración resultaría en un retraimiento despolitizado e intimista (Sennett) de individuos y grupos en búsqueda de seguridad, evitando los espacios cívicos, los conflictos y las heterogeneidades. Sin embargo, se debe considerar que el término "político" sufrió desplazamientos devenidos, sobre todo, de un cambio de perspectiva no más centrada en el Estado y sus aparatos de dominación y legitimación. Con ello hay una expansión del ámbito del político, comprendiendo discursos, representaciones y experiencias elaborados en las redes de sociabilidades, evidenciando la articulación problemática entre cultura y política, manifiesta en las cuestiones étnicas, de generación y de género, y en las relativas a la esfera de la familia, de las culturas urbanas, de las políticas públicas, de la escolarización y de los movimientos sociales.
El empleo de la idea de cultura política constituye un esfuerzo de los investigadores de esta línea de estudio para atribuir significados a las sociabilidades dispersas y a los horizontes de expectativa de grupos sociales diversos. Se comprende entonces que hay un compuesto de culturas políticas envolviendo la tesitura de las relaciones sociales, del que deriva el énfasis en la dimensión política y en las implicancias históricas de fenómenos sociales contemporáneos, tales como la llamada mundialización, el trabajo descorporificado, la desterritorialización del poder, la reducción de la democracia a la disputa electoral y la afirmación de otras prácticas de control, vigilancia y jerarquización social.
La intención de asociar históricamente culturas políticas y sociabilidades presupone, en términos teórico-metodológicos, que el campo político no se reduce a una instancia delimitada o a una superestructura. Es entendido como un espacio de articulación entre lo social y sus representaciones (Rosanvallon), en una historicidad dada, de manera que capta la complejidad del Tiempo Presente. Ello significa que relaciones de fuerzas desiguales remiten tanto a formas de sumisión y legitimación de los sistemas instituidos, como a prácticas sociales que sugieren juegos de simulaciones y de reciprocidades, o a maniobras y astucias cotidianas en búsqueda de sobrevivencia y autonomía (Certeau).
Esta interfaz con las sociabilidades, tomadas como redes de interacciones entre individuos y grupos sociales bajo ciertas condiciones históricas, define la especificidad de esta línea, teniendo en vista la comprensión de un Tiempo Presente saturado de diferencias. De esto resulta la convergencia de temáticas y estudios sobre grupos populares, afrodescendientes, elites, entre otros, abarcando a hombres y mujeres que habitan ciudades y campos, trabajan y comparten vivencias, memorias y órdenes sociales.
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